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TESTIMONIO XIV ENCUENTRO MISIONERO ESPINO
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UNA EXPERIENCIA QUE ENSANCHA EL CORAZÓN


Amaneció una hermosa mañana de principios del mes de julio, por delante se presentaban el verano y las vacaciones, pero en mi deseo también estaba,  a casi 500 Km de casa, el poder compartir la experiencia del encuentro del Espino. Habíamos tenido durante el mes de enero la experiencia de la misión en la parroquia, y había cambiado nuestras vidas, la de los cercanos a la parroquia y también la de los de lejos, y ahora se presentaba la oportunidad de compartir esta experiencia con otros hermanos, que también han vivido la misión.

Para la mayoría de los participantes de este encuentro, no era la primera vez que venían, ni su primer año de misión, y por eso guardan, de un año para otro, esta fecha en su calendario, como cita ineludible para encontrarse entre ellos. Con el paso de los días yo descubriría porque esto es así. Yo también la he grabado ya en mi agenda del verano 2017.


Hacia media tarde divisamos por fin las puertas del monasterio, un lugar lleno de vida, de experiencia y de encuentro con el Redentor y donde la naturaleza ha derrochado sus encantos, todo te prepara para los días que vamos a compartir. En el interior, hacen la acogida algunos de los misioneros que conocemos y también hay algunas personas que conozco de la misión. ¡Qué gozo tan grande poder abrazarnos! Pero también han ido llegando las personas que ya se conocen de otros encuentros anteriores. Esto es una fiesta y sin conocernos personalmente, nos saludamos y nos ponemos a hablar. ¡Qué bien se entienden los hermanos aunque acaben de conocerse!

En el encuentro se va a tratar el tema: Misericordiando la realidad, y vamos a ir descubriendo la Misericordia de Dios a través de distintos personajes de la Biblia. La primea noche le toca el turno a María, María del Espino y Perpetuo Socorro, que nos recibe en su casa, y que a través, como no, de símbolos nos va acercando y descubriendo su amor. Luego le tocará el turno a Abraham, el Buen Samaritano y Jesús y las Mujeres.  Todas las celebraciones con el estilo tan particular de los Misioneros Redentoristas, cargadas de símbolos, de gestos, de participación e implicación, nos han hecho encontrarnos con el rostro de Cristo Redentor, rostro de la Misericordia del Padre.  “Esto es cargar las pilas, por eso venimos aquí” es la afirmación que más he escuchado en los días del encuentro. Y yo también lo creo, porque la cercanía, el cariño y ese estilo fresco y dinámico de entender y vivir la Iglesia, es lo que necesitamos los que después tenemos que llevar la misión adelante en nuestras comunidades.

También han formado parte de este encuentro la formación y los testimonios. Dos charlas-coloquio formativas y un testimonio de una hermana Oblata del Santísimo Redentor, a cerca de vivir misericordiando en ambientes difíciles con personas en riesgo de exclusión social, nos agarran las entrañas y se nos pegan al corazón.

No falta tampoco en este encuentro la parte más lúdica y por eso un día hay una excursión a los alrededores, para descubrir en el arte, en la naturaleza y en la convivencia la mano de Dios.

Asimismo tenemos un tiempo para compartir la experiencia del curso en los distintos lugares donde se llevan a cabo las misiones. Es un momento bastante interesante, donde descubrir que, a pesar de las distintas realidades, de las dificultades y de los logros todos tenemos un fin que es hacer que la vida sea misión: a esto también se va al Espino, para saber que muchos hermanos estamos en camino y nos gusta compartirlo.

Allí no falta de nada, oración, formación y mucho diálogo. Diálogo en las comidas, en los tiempos de descaso, en paseos por los cuidados jardines, y también en los momentos de compartir mesa, anécdotas y canciones, porque la música también tiene un apartado especial en este encuentro. Una velada musical que nos pone en oración y acción de gracias por tanto don repartido entre nosotros.

Ir a El Espino es como ir a una “asamblea familiar”, María, Perpetuo Socorro, nos recibe en su casa y allí como vecinos de una extensa geografía, acudimos para conocer, hablar y sentir más cerca a Cristo.


Creo que esto es lo que buscamos todos los que acudimos al encuentro, llegados de distintas comunidades, y lo encontramos. Regresamos a casa con las alforjas llenas, de un aceite que cura heridas y del agua fresca para la sed. Y también llevamos de regreso en la memoria, en el corazón y hasta en el móvil a las personas, hermanos y hermanas,  que sabemos hacen misión allí donde se encuentran.

Agradezco personalmente a los Misioneros Redentoristas la oportunidad de empezar un verano diferente, con otros hermanos en misión, para renovar el entusiasmo, la fe, la metodología, la seguridad de no sentirnos solos, trabajando para Misericordiar este mundo, y para beber de las fuentes. Me gustaría también destacar el lugar, pisar por esos claustros, celebrar la eucaristía entre las piedras centenarias de este monasterio que tantos otros han pisado y celebrado antes que yo, me da la seguridad de formar parte de una larga historia de salvación.

Mercedes Ramos Pedroche, Campo de Criptana (Ciudad Real)

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