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Hace un año que el Equipo misionero Cesplam ya se encontraba en tierras hondureñas. Se iniciaba la Renovación de Misión en la Parr. Ntra. Sra. de Guadalupe de La Lima con el lema "Anunciar a Jesucristo es nuestro gozo y anunciarlo nuestra misión".
En recuerdo de aquella bonita y fructífera experiencia misionera te ofrecemos el testimonio misionero de Waldina Monday como catequista. Una de las muchas "columnas" que tiene la parroquia.

SER CATEQUISTA
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Buen día estén teniendo todos y cada unos de ustedes, mis queridos hermanos y hermanas Catequistas.

Debo decirles que esta mañana se me ha encomendado la tarea más dificil de mi vida, y eso que ya son 46 años los que tengo, inicié como catequista a los 19, por lo tanto, si sacamos cuenta, pués son ya 27 años de esta vida, los que he dedicado al servicio de la catequesis.

Resulta que hace un par de meses, me dijeron: “fuiste elegida para compartir tu experiencia de catequista en el Vigésimo quinto encuentro diocesano de catequistas”…y yo, que llevo ya unos cuantos años poniendo mil pretextos para no aparecer más de lo debido, me vi sin poder negarme y heme aquí Señor…

¿Qué puedo compartir esta mañana que nos sirva para motivarnos a continuar con esta hermosa locura de SER Catequistas?

Solo intentaré hablar desde la experiencia de mi vida, mi nombre es Waldina, hija de Guillermo y Julia, la sexta de siete hermanos, nací, crecí y vivo en el seno de una familia cuyo mayor tesoro ha sido el amor, la unidad y una sólida fe para sostenerse.

A los 19 años, recién iniciabamos nuestra vida en una Colonia de La Lima, que hoy se conoce como sector de La Paz, había terminado la secundaria en el Instituto Guadalupano, no es publicidad; y, una tarde se presentaron en nuestra casa unas religiosas, Hermanas de Cristo Crucificado, sacando la lista de los niños y jóvenes que querían ir a la catequesis que iban a iniciar en el dispensario parroquial que funciona en nuestro sector, yo estaba allí y me preguntaron: ¿Te gustaría ayudarnos como Catequista? Yo les dije, que no sabía como hacerlo, que no estaba preparada, ¿Recuerdan a Jeremías? …., así me sentía yo. Y ellas me dijeron, no te preocupes, nosotras te eneseñaremos y en cuánto den un curso de iniciación de catequistas vas y te preparas….¿Les parece familiar esta historia? Yo espero que sí, la de muchos y muchas de los catequistas de nuestras parroquias, que nos embarcamos mar adentro sin siquiera saber nadar, poniendo solo nuestra buena voluntad…

En fin, no les voy a aburrir con todo lo que pasó año tras año, claro que fui al curso de iniciación, pero ya antes me habían entregado un grupo de niños.

Pero luego comenzaron a pedirnos que asistieramos a la formación parroquial todos los meses, había que reunirse para preparar los temas de la catequesis, y claro, lo que no me dijeron el primer día, después del curso de iniciación venía el de profundización y el de sacramentos, el de Iglesia, el de Pedagogía y Metodología Catequética, etc.

Y la catequesis no era solo ir a dar un temita con los niños, sino que había que sacar tiempo para prepararse, para visitar a los padres de familia, ir a las reuniones, a los encuentros diocesanos de catequistas, y,  ¡cómo nos exigían! Alguna vez me preguntaba en que lío me había metido.

Los años pasaron, en nuestra parroquia, tuvimos la gracia de recibir siempre la formación permanente y el acompañamiento de religiosas y los sacerdotes, pero como todo en la vida, un día las religiosas ya no estuvieron y solo se quedaban dos sacerdotes y ante la necesidad de que alguien coordinara la catequesis, fui elegida por los mismos catequistas para esa tarea.

Ese cargo, que no era más que seguir cargando la cruz, para estar al servicio de los demás, ha sido una fuente de experiencias, experiencias gratificantes,  enriquecedoras, pero también dolorosas, dolorosas hasta sangrar en algunos momentos, pero gracias a ese amor misericordioso de Dios, las dificultades solo han sido escalones para seguir caminando, seguir creciendo y madurando en la fe.

Creo que lo más importante, fue el día que comprendí que Ser catequista no era un pasatiempo, ni un compromiso para las tardes del sábado o el domingo de la formación, sino que era la vocación a la que Dios me había llamado, era la opción de vida que el Señor me ofrecía y yo la asumí, SER catequista es para mi una opción de vida, es mi proyecto personal de vida.

Por muchos años pertenecí a la comisión diocesana de catequesis, siendo coordinadora por unos 12 años, demasiados años pienso ahora, pero no es una queja, fueron años de lucha continuada, de sueños y esperanzas por crear una catequesis diocesana conjuntada y trabajando por ofrecer una catequesis sistemática y progresiva que atendiera la vida de la persona.

¡Cuántos compañeros y compañeras de faena se vienen  a mi mente!, ¡Están en mi corazón! Todos intentando crear una estructura y una organización que respondiera a la propuesta diocesana. Precisamente, cuando logramos formar los equipos zonales de catequesis y con sus miembros, la nueva comisión diocesana de catequesis, fue el momento de detenerme, de dejar a otros, con nuevas ideas, ilusiones y fuerzas la tarea de continuar, muchos creyeron que yo me estaba retirando, porque me hice a un lado casi por completo, pero no, simplemente estaba convencida de que para dar vida hay que morir, para dar continuidad debe haber un momento en el que debemos ser capaces de hacernos a un lado, para que sean otros los que continuen con la labor.

La misma perspectiva he seguido en la catequesis parroquial de La Lima, pienso que tenemos la obligación y la responsabilidad de ir formando concientemente a los catequistas jóvenes, dándoles el espacio y la oportunidad de hacer también de este servicio una opción de vida, para que sean los que continuen con esta tarea de ser discípulos y misioneros.

Ahora me siento una mujer realizada, con una fe firme, aunque siempre en búsqueda, llena de nuevas ilusiones y esperanzas, mi visión de la vida es totalmente distinta a la de la jovencita de hace 27 años, hoy me siento la mujer adulta, que sabe que tiene una gran responsabilidad, la de ser discípula y misionera, allí donde Dios me tiene, con la gente con la que comparto mi día a día, con una conciencia social y solidaria, que me pide a gritos un compromiso real ante las situaciones de dolor e injusticia que se viven en nuestras comunidades.

Viviré siempre agradecida con Dios por haberme permitido nacer en la familia que nací, por mis padres, mis hermanos y mi hermana, quien es una gran catequista también, y todos los demás: cuñadas, sobrinos. Por el P. José, mi papá espiritual, que con su ejemplo, tesón y entrega me ha contagiado para seguir aún en los más duros momentos. Por esos mis amigos del alma, que son la extensión de mi familia que Dios me ha permitido tener. Por el cariño, el apoyo y la confianza de Mons. Ángel. Por todos y cada uno de los catequistas de mi parroquia de La Lima y de cada una de las parroquias de la zona Pastoral 1.

Y, sobre todo, porque sé que no estoy sola, que somos miles y miles los que estamos lo suficientemente locos para asumir la misión encomendada por el Señor el día de su Ascensión: “Vayan por todo el mundo…

Pero no hay que ir muy lejos para cumplir con esta misión, hay que comenzar en la familia, en el barrio, la colonia o la aldea en la que vivimos, aprendamos a ver el rostro de Cristo en cada ser humano y hagamos lo que él haría, solamente eso: Amar y amar hasta que duela si es necesario.

Y termino, haciendo propias las palabras del Documento de Aparecida que Mons. Ángel nos compartió esta mañana en su exposición: ¡Lo más importante que me ha pasado en “mi” vida es haber conocido a Jesucristo…y “SER CATEQUISTA”.

Amén.

Waldina Monday Zúniga
Catequista Parr. Ntra. Sra. Guadalupe.
La Lima-Honduras